Formarse, la historia interminable.

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Dr. Josep M.ª Puigjaner. Director de la Revista El Farmacéutico. Exdirectivo de Bayer Healthcare.

Formarse, la historia interminable.

27/11/2006
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La necesidad de dar continuidad a la formación, hecho reconocido de forma más o menos evidente desde siempre, en los últimos años ha adquirido una importancia capital, consecuencia de la velocidad a que se suceden los avances tecnológicos, los descubrimientos de toda índole que, en el área de la salud, son de especial relevancia, y la demanda cada día más acuciante de conocimientos complementarios; el esfuerzo de formación que supone, como hecho necesario para acceder a cualquier trabajo, ha sufrido importantes cambios con el tiempo

 

El proceso formativo
Desde un punto de vista histórico, la incorporación al mundo laboral por parte de quienes han cursado unos estudios, ha pasado ineludiblemente por un periodo de formación complementaria, necesario para responder a los retos que se les exigirán desde la perspectiva de una sociedad cada día más competitiva. Este hecho es una realidad que se acepta en un contexto de progreso personal y que en lo que se refiere a su vida profesional se ha concretado tradicionalmente en la realización de másters y especializaciones a continuación de su titulación.

Hay sin embargo un proceso de mayor calado más difícil de asumir, la formación continuada, que cobra especial relevancia en la década final del pasado siglo, para convertirse hoy día en un factor indispensable en el desarrollo de la actividad profesional. El estudiante recién graduado no suele ser consciente de la necesidad de la puesta al día y, no sin algo de razón, se rebela contra el aparente despilfarro de horas que hay que añadir a sus largos años de carrera. La realidad cotidiana demuestra que la actitud pasiva de quien pretende apoltronarse en la posición alcanzada tras un duro proceso de selección no es admisible. El concepto de formación continuada se inserta en el proceso evolutivo personal antes aludido, planea de forma natural en las actividades del individuo y debe prolongarse a lo largo de toda la vida profesional.

Aun si se acepta que cualquier actividad tiene repercusiones sobre el entorno, en este aspecto la profesión sanitaria ocupa un lugar destacado por dos razones principales:

- La incidencia sobre la salud, valor de primer orden.
- La velocidad de los avances en la investigación.

La demanda justificada de mayor rigor y precisión al personal sanitario en comparación con otras profesiones, procede de tres ámbitos principales:

- La industria .
- La sociedad.
- El propio individuo.

La formación en la industria
Los más de 35 años de dedicación profesional a la industria farmacéutica me han permitido conocer de cerca el proceso de transformación que se ha operado en este colectivo en cuanto a la formación se refiere y que se puede resumir en las tres etapas siguientes:

- A principios de los setenta, tanto el perfil de los candidatos a incorporarse a la compañía como la propia formación suministrada desde dentro, se centraban en el campo de los idiomas y, en todo caso, en el conocimiento del ámbito y el entorno profesional en el que se iba a desarrollar la actividad. El sentimiento de formación continuada como tal, aún no se percibe con precisión.

- El gran desarrollo de los sistemas de comunicación, la informática en concreto e internet entre otros, marca un punto y aparte que obliga a la compañía a redefinir las tareas formativas y, a la vez, a elaborar un nuevo perfil de exigencias que incluyen un buen paquete de conocimientos periféricos, más allá de la titulación ofrecida por los recién licenciados que reciben un mensaje muy concreto: la formación recibida no basta y debe complementarse. Se ha avanzado un paso más al aceptar que el estudiante no por haber conseguido un título ha terminado su periodo formativo.

- La evolución del concepto de empresa, las nuevas tendencias de la economía global, la entrada en escena de los países de la Europa del Este, la irrupción de los mercados de Oriente, son algunas de las principales causas que originan un cambio sustancial en el perfil de los profesionales que la industria en general –y por supuesto la farmacéutica- requiere. Por otra parte, la formación interna se refuerza y el departamento responsable pasa a ocupar una posición de primera línea en la estrategia de las compañías. Se ha llegado a la plena definición de necesidades en lo concerniente a la formación continuada.

El proceso formativo, presente desde siempre en la industria, se transforma a través de la historia y se consolida para alcanzar una relevancia hoy día indiscutible e indiscutida y una temporalidad que se extiende a lo largo de la vida profesional completa del individuo. Las consecuencias de este proceso impulsado por la industria y las necesidades formativas que desencadena son evidentes. Y evidente y necesario ha sido y es el impulso que la industria desempeña en la formación de los diferentes actores de la sanidad. Desde su papel como agente conductor de los avances científicos, y también, desde su interés comercial, la industria promociona cursos, reuniones y actualizaciones, animando al profesional a participar del presente y del futuro de los avances sanitarios, ayudando en la atención al paciente y, en definitiva, formando el propio desarrollo personal de los profesionales sanitarios.

El impulso social
La transformación producida en el ámbito industrial y su incidencia sobre la formación, adquiere si cabe aún mayor relevancia en el ámbito social y su repercusión en la profesión farmacéutica y, muy en particular, en el mundo de la oficina de farmacia es trascendente. Y esto es así de sensible puesto que este colectivo –el de la oficina de farmacia- en los tiempos que corren ha recibido importantes sacudidas que le han hecho despertar, un poco abruptamente, todo hay que decirlo, del letargo apacible en que estaba sumido. Conceptos como el seguimiento farmacoterapéutico o, más recientemente, la atención farmacéutica, marca el camino que debe presidir el futuro del profesional en una profesión, la sanitaria, en la que se siente más que en ninguna otra, el impacto social y las repercusiones que tiene sobre el hecho cotidiano de la vida. La dosificación personalizada y la receta electrónica son otros dos procesos cuya implantación se extiende y carga con nuevas responsabilidades al farmacéutico.

Como colofón, la reciente aprobación de la Ley del Medicamento va a provocar un fuerte impacto sobre el mundo de la salud y una de sus consecuencias evidentes es la necesidad de formación a todos niveles que va a generar. Hay que añadir que, por fin, se sitúa al paciente en el punto de mira de toda actividad sanitaria y debe ser el centro al que se oriente la atención de los gestores de salud; este hecho marca un importante punto de inflexión en el perfil del farmacéutico que la sociedad demanda, y trae consigo una considerable tarea formativa. Sin una adecuada formación continuada, será difícil que el colectivo de farmacéuticos de a pié pueda responder al reto social planteado que tiene dos vertientes:

- La formación y el asesoramiento al paciente.
- La integración del farmacéutico en la cadena sanitaria y la relación con los demás gestores de salud.

Este nuevo entorno socio-sanitario obliga a una actualización constante y reciclaje de conocimientos por parte de profesionales que, como el farmacéutico, están en primera línea frente al paciente y constituyen un importante recurso sanitario que hoy más que nunca se reconoce.

La actitud individual
Aceptada la necesidad genérica de evolución y la formación concreta que supone, la actitud alerta que comporta en el profesional consciente de su deber tiene repercusiones de distinto grado según la función que el individuo ejerza en la sociedad. En el ámbito sanitario al que hace referencia este escrito, la responsabilidad derivada de una actitud indolente y rutinaria va más allá de la realización como profesional del individuo; el impacto se produce sobre el elemento más valioso de la sociedad que es la salud.

El mensaje recibido por las vías descritas, la industrial y la social, repercute de forma directa sobre el profesional y requiere un cambio de actitud acompañado de un importante compromiso formativo que marcará sin duda el éxito de su labor profesional. El farmacéutico ha entendido que no sólo se trata de que los tiempos hayan cambiado, es que la implicación en las funciones sanitarias de este colectivo y su contribución en la cadena sanitaria como agente de salud destacado no se limita a un papel de dispensación rutinaria sino que va más allá: debe ser un asesor de sus pacientes en temas de salud, tanto en los aspectos preventivos como en el tratamiento farmacológico, y para ello debe poseer autoridad moral y, en definitiva, credibilidad, cualidades que se adquieren con una intensa dedicación a la formación continua; la mejora de la autoestima que provocará este cambio de actitud redundará con toda seguridad en le mejora del servicio prestado. Además, el refuerzo de su posición entre paciente y médico supondrá un contacto más estrecho y frecuente entre ambos profesionales, lo cual redundará en una mejora asistencial. Pero, hay que insistir: en el fondo de todos estos cambios positivos subyace la necesidad de una sólida y permanente formación.

El papel de las publicaciones
La experiencia de los 22 años de publicación de nuestra revista de farmacia nos permite juzgar con conocimiento de causa el rol importante que los medios de comunicación especializados jugamos en el contexto de la formación.

La actividad formativa ha sido el leit motiv de la revista desde el inicio aunque su formato y contenidos han sufrido una evolución paralela a la que se ha descrito en los apartados precedentes. Desde que en 1988 se publicara el primer curso de formación continuada, este apartado se ha convertido progresivamente en uno de los espacios preferentes de atención como así lo reconoce el elevado número de alumnos que anualmente sigue los cursos y que se incrementa de año en año. Este hecho por una parte confirma que los mensajes de industria y sociedad han calado en el farmacéutico independientemente del lugar en que ejerza su actividad; pero por otra parte –y éste es un mensaje directo a las editoriales científico divulgativas- el momento que se vive de cambios profundos en el ámbito de salud envía otro mensaje de exigencia a todos los proveedores de formación para que no se desperdicie la oportunidad de ofrecer la herramienta práctica que nuestros farmacéuticos necesitan y que desde todos los ámbitos se reclama, a través de una formación continuada cualificada.

El momento es propicio y hay que acudir a la cita, esta es la consigna para quienes estamos en el ámbito de la formación. Sin embargo hay que huir del oportunismo y hay que brindar una formación acorde con la necesidad social generada. Hay mucho campo a correr pero los primeros pasos necesarios ya están dados y la sensibilización de los agentes sociales implicados, incluido el estamento político, así como el de los farmacéuticos, es un hecho. Son razones de peso para que editoriales como la nuestra, hayan apostado fuerte en la actualidad por la formación desde sus publicaciones punteras y por la red.

En cuanto a los contenidos que deben ofrecerse al sector de oficina de farmacia en especial, partimos del convencimiento de que nuestros profesionales acuden con un bagaje importante de conocimientos que está muy centrado en el mundo de los fármacos, pero adolece de una visión escasa del paciente y hasta hace muy poco, desconoce las interacciones con el resto de profesionales de la salud y sobre todo, no se ha planteado su labor formativa. Por estos motivos, junto a las temáticas habituales de puesta al día en fisiopatología y tratamiento de las enfermedades más prevalentes y las nuevas patologías bajo el enfoque y con las herramientas que ofrece la atención farmacéutica y los protocolos de actuación, surge una necesidad derivada de la educación al paciente y la relación con los demás gestores sanitarios: la comunicación. Esta es una parcela de la formación poco frecuentada y que cuando se ha tratado lo ha sido con enfoques alejados de la realidad; estamos hablando de su labor como educador sanitario, como consejero de salud y como asesor y colaborador de los demás profesionales sanitario, y muy en particular de su estrecha relación con el médico; todo ello genera una importante necesidad de formación con el leit motiv de la comunicación a la que antes aludíamos. Ahí es donde se detectan las mayores carencias y donde la necesidad de formación continua es más grande. En la era de las comunicaciones, precisamente eso, la comunicación es nuestro gran reto; saber comunicar en salud adquiere hoy un papel primordial. Y nuestra obligación, la de quienes brindamos formación, es ofrecer a nuestros farmacéuticos las herramientas necesarias para alcanzar el nivel de servicio que sociedad, industria e individuo demanda.

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